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Siempre había deseado que le preguntaran “qué perrito. Pequeño y triste. Sentado con resigna-
era para ella el arte” para contestar “helarte es ción soportando el aguacero. Probablemente
morirte de frío.” Pero nunca se lo habían pregun- estaba perdido, porque una correa salía desde
tado y dudaba mucho que alguna vez lo hicie- su cuello para acabar extendida en el suelo has-
ran. ta perderse en la oscuridad. Y él se quedó allí
esperando a su dueño. Eternamente lo esperaría
Ciertamente, el arte no le interesaba lo más míni- en esa instantánea.
mo: la música la hastiaba; con la poesía se dor-
mía; el ballet la aburría y siempre había pensado No pudo evitar advertir el bello encuadre, el jue-
que la ópera era un conjunto de personas chillo- go de la luz, el reflejo de la farola en el agua del
nas vestidas con unos trajes absurdos. suelo... pero por encima de todo se adivinaba la
pena, el abandono, una pobre criatura indefen-
Pintura y escultura la dejaban indiferente. Cuan- sa a merced de los golpes de la vida.
do fue a Italia (donde el arte te asalta a cada
momento), tuvieron que insistir para que fuera Y entonces lloró ante tanta belleza y armonía,
a ver la Capilla Sixtina. Su único comentario fue ante tanta tristeza y desolación. Nunca nada le
“que había acabado con un dolor de cuello es- había conmovido como aquello.
pantoso”.
Terminó de ver la exposición (una retrospectiva
de varios autores), pero ningún otro retrato le
Sus padres habían intentado todo, hasta que se impactó tanto como aquel. Pensó en comprarlo,
le introdujera por ósmosis a través de los poros, mas cambió de idea porque no se creía capaz
y desde pequeña la habían llevado a conciertos, de soportar ver tanta pena a diario.
musicales infantiles primero y musicales a secas
después, ballets, exposiciones, recitales... En Localizó al autor y se interesó por el perrito, dis-
cualquier sitio donde hubiera un mínimo de arte puesta a adoptarlo si nadie lo reclamaba. No fue
te la podías encontrar. Y era fácil de reconocer necesario, porque ya lo había adoptado él. Esa
porque era la única persona en la sala con cara foto tenía ya unos años y el dueño del animal
de aburrimiento y que lo miraba todo menos la nunca apareció, así que ahora “Lester” era el
obra expuesta. perro guía de una persona que en otro tiempo
fue un renombrado fotógrafo, pero que ahora,
Ya le podían presentar a los autores, que ni se ciego por un accidente, había caído en el olvido.
dignaba a saludar.
Desde entonces, volvía a desear que le pregun-
Todo eso cambió el día que vio aquella fotogra- taran qué era el arte, para contestar que para
fía. Era en blanco y negro. Llovía a cántaros y ella, el único arte que había encontrado, era una
una farola derramaba una macilenta luz sobre fotografía que guardaba en un cajón y que nun-
una calle desierta. No, no desierta del todo. Bajo ca había vuelto a mirar desde el día en que su
la luz de la farola, a través de la cortina de agua autor se la regaló.
apenas se vislumbraba una pequeña figura: un
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