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“Mi nombre es Zoraida y soy un alma errante. le parecía que había que poner todo el esfuer-
Apátrida, huérfana, desarraigada. Soy de aquí zo y toda la energía de que uno es capaz en el
y de allá, de ninguna parte. Camino sin rumbo, buen acabado, en la perfección, -si que es que
acompañada de seres de paso. Nunca me que- esta existe-. Y, claro, la gente no la entendía. Le
do en ningún lugar. No tengo bandera, ni fe, ni decían que era una obsesa, una maniática, que
ideología. No sigo a nadie. No pertenezco a na- así no llegaría a ninguna parte porque nunca
die. No me debo a ninguna proclama. Una vez acababa nada. Siempre encontraba un motivo
tuve padres, hermanos, amigos..., pero se bo- para continuar mejorando su obra. Así que no
rraron de mi existencia. Se perdieron en la nebli- era eficiente. La echaron de varios trabajos por
na de la noche. No busco nada, no espero nada. eso. Su perfeccionismo y nivel de autoexigencia
Ya desesperé, ya me hundí en el dolor, ya lo per- no eran rentables para las empresas. Por eso se
dí todo, ya morí. Sí, morí. Porque se puede morir fue quedando sola, sin amigos. Ya no la soporta-
y seguir viva. Ser un despojo de ti misma. Estar ban, porque no querían seguir esperando a que
vacía por dentro y, sin embargo, ser una máqui- todo estuviera perfecto para ella. Estaban hartos
na perfecta. Mi cuerpo es un reloj. Cada pieza de que pospusiera las citas, de que no llegara al
está milimétricamente ajustada y su tic tac sigue cine porque no estaba suficientemente arregla-
el compás del ritmo del universo. Uno…, dos…, da, de que no le gustara ningún restaurante por-
tres pasos. Cuatro…, cinco…, respiras y sueltas que no estaban estéticamente a la altura, de que
aire. Y vuelta a empezar. Dormir, descansar, ol- les corrigiera constantemente cuando hablaban,
vidar.” Encefalograma plano. Piiiiiiiiiiiit!! de sus interminables peroratas sobre cómo ha-
bría mejorado esta o aquella película si hubieran
El resplandor intenso que penetra a través de cuidado más la fotografía o el maquillaje de los
sus párpados todavía cerrados despierta a Inés artistas, … En fin, era lo que se suele decir un
en su cama del hospital. Abre los ojos como un lobo solitario. En su mundo de cuadros, tablas
resorte y su expresión de espanto hace que la medievales, óleos decimonónicos, relieves, gra-
enfermera se acerque a ella.” Tranquila, no pasa bados, miniaturas, camafeos, etc., Inés se sentía
nada”, le susurra, mientras le coge la mano. a salvo, protegida de las amenazas exteriores.
Allí ella era la reina y nadie le metía prisa. No
“No pasa nada, no pasa nada”, se repite Inés. importaba cuántas horas le tuviera que dedicar
“Zoraida…, ¿quién es Zoraida?”. Lo dice en voz a restaurar la paleta de colores de un pequeño
alta sin poder controlar sus impulsos. Y vuelve a retablo de iglesia. Lo importante era el resultado
quedarse inerte, adormecida por la medicación. y le pagaban por ello.
Inés tiene treinta y un años. Es soltera y vive en Hace tres meses y medio, Inés se sintió indis-
Madrid en un pisito alquilado del barrio de Cara- puesta mientras hacía una mezcla de ocres para
banchel Alto. Es restauradora de cuadros. Una restañar una placa repujada. Ya hacía días que
profesión que le apasiona desde que era peque- notaba una pequeña molestia en la zona abdo-
ña. Siempre se le dio bien dibujar y pintar. Pero minal y luego el dolor se fue desplazando hacia
por encima de ese talento natural, en ella estaba el riñón derecho. No le dio mucha importancia,
su amor por el arte. Se puede decir que entra- pero al final la convencieron para que fuera al
ba en trance mientras contemplaba un cuadro. médico. Una vez allí le diagnosticaron apendi-
Se le pasaban horas y horas admirando cada citis y la ingresaron en el hospital más cercano.
detalle, cada minucioso trazo, cada sombra, Fue una tortura. No por la atención médica, que
cada destello de color. Esta pasión suya por lo fue impecable, sino por tener que compartir ha-
pequeño, por lo insignificante, por cada una de bitación con gente desconocida y carecer por
las partes que forman un conjunto, le había ori- completo de intimidad. El 12 de octubre es un
ginado serios problemas de convivencia y una gran hospital, un microcosmos donde se re-
tendencia al aislamiento. No soportaba lo vulgar. produce toda la jerarquía social. Allí estuvo in-
No toleraba esa despreocupación generalizada gresada una semana y allí es donde conoció a
por las cosas inacabadas o mal hechas. A ella Zoraida, la enfermera que la atendía en el turno
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