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MISCELÁNEA Y COSTUMBRISMO








              El Santo Negro










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                       uchas veces me he pregun-  en su ladera. También entiendo la   llamativo el poder de convocatoria
                       tado  por  el  origen  de  la   “aventura” de ir al Pantano, pasar   de un paraje inhóspito, sin manan-
                       antigua costumbre de acu-  el túnel, correr entre los tarays, etc.   tial , sin pinada, sin pradera, sin “ná
                       dir en Pascua a los sitios   Incluso la “ascensión” a la cumbre   de ná”... He vuelto varias veces al
                       tradicionales: el Arenal, el   de Bateig, agotadora pero recom-  lugar, guiado por unas fotografi as
              MSanto Negro, la Tía Gerva-         pensada por la vista panorámica de   que tomó mi padre hace más de
              sia... En la actualidad se puede or-  la ciudad. Recuerdo con agrado la   setenta años, replicando las foto-
              ganizar una “quedada” vía teléfono   romería a La Tía Gervasia, los jue-  grafi as: los pedruscos siguen allí...
              móvil y reunir en pocas horas a una   gos en la era bajo el gran pino. Lo   pero ahora en color. Recuerdo algo
              multitud en cualquier sitio, pero an-  que nunca he entendido es la rome-  chusco de ese día: un señor se pa-
              tes pasaban generaciones desde un   ría al paraje de El Santo Negro que   seaba por aquellos andurriales con
              hecho  puntual  para  que  aquello  se   tenía lugar el segundo día de Pas-  un paraguas negro abierto. De los
              convirtiera en tradición.           cua. Recuerdo la difi cultad de andar   extremos de las varillas colgaban
                 Comprendo fácilmente la atrac-   por aquellos secarrales alomados,   caramelos atados con un hilo. Mien-
              ción del Arenal. El disfrute de los pe-  cortados por pequeños barrancos,   tras subía y bajaba el paraguas, sal-
              queños (¡y no tan pequeños!) estaba   ramblas secas con pedruscos donde   modiaba una letanía: “Con la boca
              –como se dice ahora- en el ADN de   era difícil ubicar las posaderas para   sí, con la mano no”. Los chiquillos
              todos los chiquillos que retozamos   hincarle el diente a la mona. Es muy   le seguíamos brincado entre las pie-
                                                                                      dras, pero pocos eran los afortuna-
                                                                                      dos que alcanzaban con los dientes
                                                                                      el dulce premio. La mayoría, encani-
                                                                                      jados de la posguerra, ni nos aproxi-
                                                                                      mábamos y eso que –astucia no nos
                                                                                      faltaba- esperábamos encogidos en-
                                                                                      cima de alguna piedra, dispuestos a
                                                                                      saltar apenas se aproximara el brujo
                                                                                      aquel...¡y es que en los años cuaren-
                                                                                      ta un caramelo era un tesoro y cual-
                                                                                      quier novedad, una fi esta!
                                                                                          Intrigado por el origen de esta
                                                                                      tradición y siguiendo la costumbre
                                                                                      de mi profesión, empecé a investi-
                                                                                      gar haciendo preguntas...y recibien-
                                                                                      do pocas respuestas. Lo primero
                                                                                      que llama mi atención es lo rápido
                                                                                      que se ha borrado de la memoria
              Día de Pascua en el Santo Negro                                         de los mayores aquel día de Pascua,


                                                                                                                          113
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