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los querían en ninguna parte. Nadie como ella,   había quedado allí, esperando a que sus padres
                          sola entre los suyos, aislada, sin amigos, podía   y hermanos volvieran. Y de algún modo, ese
                          comprender mejor el drama del éxodo. Solo ha-  deseo insatisfecho, esa pena y esa soledad le
                          bía una cosa que les envidiaba y era que, por lo   habían llegado a Inés.
                          menos, ellos tenían algo que ella nunca había
                          experimentado: el cariño de la familia. Muchas   Nunca se lo dijo a Zoraida. De hecho, nunca la
                          veces a Inés se le caían las lágrimas contem-  volvió a ver. No quiso importunarla con una his-
                          plando el afecto y la unión que se veía entre las   toria tan poco creíble. La trataría como una loca,
                          familias del cuadro y echaba de menos no ha-  o pensaría que estaba trastornada con una crisis
                          ber sentido ese sentimiento nunca. Siempre se   de ansiedad debido al estrés de su trabajo y a
                          había criado sola. Hija de padres separados, su   su frustración por no tener ninguna vida social.
                          infancia fue muy triste. De la única persona que   Pero a ella nadie le podía quitar esa paz de es-
                          tenía buen recuerdo era de su abuelo, un ser en-  píritu que daba el saber que el orden universal
                          trañable que la colmaba de caricias y de besos.   se había restituido. Zoraida estaba devolviendo
                          Pero esos recuerdos eran muy lejanos, ya que   a los suyos todo lo que había recibido de ellos.
                          su abuelo falleció cuando ella tenía cinco años.  Esas oleadas de inmigrantes marroquíes y arge-
                                                                     linos habían encontrado su particular ángel de
                          Un domingo por la mañana, mientras tomaba el   la guarda en una enfermera llamada Zoraida. Es
                          desayuno, Inés tuvo un presentimiento. De re-  posible incluso que fueran familia lejana. ¿Quién
                          pente, todo se hizo claro en su mente. Ya sabía   sabe? Lo único que seguía inquietando a Inés
                          por qué ella era la elegida. En ese momento en-  por las noches cuando no podía dormir era sa-
                          tendió por qué la familia del cuadro miraba hacia   ber dónde habría ido a parar esa gargantilla de
                          atrás y supo que lo que miraban, mejor dicho,   oro que la familia de Zoraida le entregó como
                          a quien miraban era a la hija pequeña, que se   regalo de despedida. Quizá un día, si el desti-
                          quedó en España. Inés se levantó de un salto,   no las volviera a juntar, Inés se atrevería a pre-
                          derramando la taza de Cola Cao y provocando   guntarle a Zoraida si guardaba algún recuerdo
                          un fenomenal susto a Zeus, su gato, que solía   de familia, alguna joya de gran valor heredada
                          acurrucarse a sus pies buscando el calorcito de   de sus antepasados. Nunca se sabe. El azar es
                          la dueña. Puso en marcha el ordenador y em-  muy caprichoso.
                          pezó a buscar entre sus notas y entre los docu-
                          mentos escaneados que le habían mandado de   NOTAS:
                          varias bibliotecas con artículos y publicaciones
                          sobre la expulsión de los moriscos en Levante.   1.El  22  de  septiembre  de  1609,  firmado  por  el
                          Al final dio con lo que buscaba. Era el censo de   virrey marqués de Caracena, se publicaba en el
                          las familias moriscas de Elda que fueron expul-  reino de Valencia el Decreto de Expulsión. Se
                          sadas en 1609. Con el dedo índice fue repasan-  establecía que en el plazo de tres días después
                          do cada uno de los nombres hasta que llegó al   de que el decreto fuese publicado en cada lu-
                          que buscaba: Milich. El nombre de la familia Mi-  gar, todos los moriscos, hombres y mujeres, te-
                          lich aparecía en diferentes documentos y archi-  nían que abandonar casas y dirigirse con sus
                          vos de Elda hasta el siglo XVII. Parece ser que   pertenencias o bienes muebles que pudieran
                          uno de los miembros de la familia había sido el   transportar con ellos a los puertos de embarque
                          alfaquí, es decir, el encargado de educar y for-  que se les había asignado: El Grao, Vinarós, De-
                          mar a la comunidad en lo relativo a la religión   nia y Alicante.
                          musulmana;  de  manera  encubierta,  claro.  De
                          Milich a Melik no hay mucho trecho. El resto lo   2. En total del puerto de Alicante salieron más de
                          puso su imaginación.                       8.000 moriscos en varios viajes. En conjunto, del
                                                                     Reino de Valencia se expulsaron a 117.464, sien-
                          Inés sintió una gran paz. Era como si hubiera   do el total de todo el solar peninsular 272.000.
                          descubierto el misterio del universo, la piedra
                          filosofal. Ella era la única que sabía que Zorai-
                          da era la hija pequeña de esa familia morisca
                          que había marchado desterrada de España. Por
                          muchos años que hubieran pasado, Zoraida se










                                                                                                    // creación literaría  307
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