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MISCELÁNEA Y COSTUMBRISMO
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Mari Cruz Pérez Ycardo
quellas llanuras me tenían humilde y cariñoso. Sería el prime- Cuando llegara a la Sierra del Ca-
desconcertada. Esa inmensa ro en visitar, llegaría hasta la cruz ballo, mis pesares serían parte del
extensión árida e inhóspita y me aferraría a ella como a una pasado y, con esa energía acumula-
para mí, hacía que cada vez tabla de salvación. Recorrería su da, podría superar cualquier cosa.
echara de menos con más ladera y descansaría en cada cue- Incluido el encuentro con Raúl, que,
Afuerza mis queridos montes. va, en cada recodo. Me fundiría en inevitablemente, se produciría en
Siempre había vivido en un va- ese abrazo pétreo que me llenaría algún momento. Me sentía incluso
lle y sentía mi horizonte arropado de energía. dispuesta a perdonar y pasar pági-
por montañas. Necesitaba sentir Antes de descender, saludaría al na. Olvidar, no; eso nunca. Pero sí
la presencia imperturbable de la Peñón del Trinitario, comprobando que dejara de importarme. Por él
roca, su seguridad y protección. Ese que esa enorme roca seguía encaja- me había ido. Él me había privado
lugar donde descansar la mirada y da en su sitio desafi ando la ley de de mis raíces, de mi hogar, de mi es-
sentir que le perteneces y que él te la gravedad. Se me arrugaba el alma peranza. Ahora me sentía dispuesta
pertenece a ti. Girar 360 grados ad- de pensar que un día llegara a caer- a recuperar todo esto y nada ni na-
mirando esa sucesión de esculturas se. die me lo iba a impedir.
pétreas, unas familiares y otras de La siguiente, cómo no, la coque- Y, para sentirme pletórica por
las que desconocía incluso el nom- ta Camara, esa novia doblemente completo, me dirigiría a El Cid, ma-
bre, pero que reconocería por su enamorada que no sabe por quién jestuoso y elegante, pero accesible
forma sin dudarlo ni un instante. decidirse, acogedora como una ma- en su belleza. Se mantiene imper-
No me lo pensé dos veces e hice dre. Siempre he tenido la impresión turbable ante el paso del tiempo,
la maleta antes de tener tiempo de de que su corazón se divide entre protegiendo al valle con su presen-
entrar en razón. Me subí al primer Bolón y El Cid. Difícil disyuntiva. cia.
tren y regresé. Me sentía tranquila, Le llevaría fl ores a San Bernar- Y así, poco a poco, los iría visi-
porque sabía que ellos, mis montes, do, en su cumbre, por proteger a tando a todos: los Chaparrales, el
estarían allí. El resto… bueno, el los montañeros. Y en su cueva con Pico del Fraile, el Despeñador, la
resto no me lo había llegado a plan- pinturas rupestres, cerraría los ojos Foradá… Todos tenían cabida en
tear. No quería preocuparme por y comulgaría con el pasado hasta mi interior, desde Rabosa al Rincón
eso ahora. Nada debía enturbiar la contactar con aquel que hizo aque- Bello, Catí, el Pocico Alonso… Tan-
dicha interior que me invadía, esas llos dibujos y me explicaría su sig- tos y tantos lugares que me estaban
mariposas en el estómago que creía nifi cado. esperando.
muertas sin remedio. Cerré los ojos A Bateig siempre lo he conside- Necesitaba perfumarme con su
y me situé en el centro de ese valle rado risueño, divertido y amigable. aroma y empaparme en su rocío,
que guardaba en la memoria, a so- Pasearía entre monolitos, leería re- sentir que todos ellos eran míos
las con la naturaleza. Y allí estaban franes, frases populares y poemas. como yo lo era suya.
ellos, tan hermosos como siempre. Y descansaría en el Rincón de la Y así, arropada por su presencia,
Bolón, mi querido y entrañable Meditación mientras su reloj de sol sentirme libre y renovada, fuerte
Bolón. Tan cercano y tan sereno, me indicaba el paso del tiempo. como una roca.
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