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alborada
Cruzando lo que se llamaba la ca-
rretera General ( Hoy calle Jardines,
entonces General Queipo de Llano)
desde la calle Antonino Vera, se en-
contraba la ofi cina de La “Novelden-
se”, compañía de autobuses que nos
conectaba con Alicante y algunos
pueblos cercanos. En la confl uencia
de las calles, en una especie de reco-
do, se encontraba el quiosco de José
María, en el que tanto yo como toda
la chiquillería de la zona y adyacen-
tes comprábamos caramelos y frutos
secos en cartuchos. Torraos, quicos,
cacahuetes… todo a granel. También
tebeos. Los mayores, todo tipo de
prensa y revistas y un sinfín de ob-
jetos y cosas, como pilas, agujas, etc.
En la hoy llamada calle Petrer,
yendo hacia el Mercado de abastos,
en la primera esquina subiendo a
la derecha estaba la panadería del
“Gordico” en el que se horneaban las
mejores tortas de manteca que yo
haya comido nunca. Al amanecer y
antes de ir al colegio, el aroma que
desprendía el horneado de las ma-
ravillosas tortas, envolvía casi toda
una manzana. Mis hermanos, yo y
otros muchos, entrábamos en la pa-
nadería del “Gordico” hasta la mis-
ma boca del horno de leña, cosa que
se agradecía en invierno y, el mismo
panadero con una pala de madera
de rabo muy largo, sacaba las tortas
poco a poco del horno, y te las daba
envueltas en un papel de estraza que
tenías que coger de las puntas para
no quemarte con la torta.
Bajando por la calle jardines en
la primera esquina, la Calle del Cid,
había otra emblemática panadería.
“Perete” en la que María, la dueña
despachaba además del pan, sus fa-
mosos “pepitos”, bollos y todo tipo de
rollos de vino, de aguardiente, pastas
y mantecados diversos.
En una esquina de la calle An-
tonino Vera con la calle Juan Car-
los I, se encontraba “Rubio” tienda
de lámparas, electricidad y discos.
Había junto a esta, también una pe-
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